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Noviembre 2012
Edición No. 285
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Las utopías y onirismos del escritor

¿Qué sería el mundo sin los soñadores y los locos?


Fidencio Treviño Maldonado.


La mayoría de los escritores son soñadores, ya no se diga los poetas, que son la eterna encarnación del sufrimiento, y aunque muchos estén en desacuerdo con el que escribe, la literatura es el sueño de los que despiertos sueñan y velan las emociones, las aventuras, la ficción, las quimeras, los amores y desamores. La literatura está hecha de sueños y pensamientos materializados, transmutados en letras y es el mismo onirismo el que está escribiendo, aunque muchas de las veces como una utopía, es decir un sueño irrealizable e incompleto.

Cada escritor tiene su arquetipo, su forma de soñar despierto, sus paradojas e inclusive vivir y redundar en el surrealismo. A Juan Rulfo le contaron historias y él se atrevió a revivir Comala y hacer hablar a los muertos; Jorge Luis Borges perdió la vista pero ganó en su imaginación; Octavio Paz adivinó el futuro del mexicano con el objetivismo de la idiosincrasia que sigue vigente; Carlos Fuentes, quien hace gala en la mayoría de sus obras de un acto de memoria, al recorrer la cultura misma; García Márquez soñó con Macondo y formó un mundo en otro mundo; Juan José Arreola uso parte de su ficción utópica en todo su Confabulario; y qué decir del onirismo más breve de la literatura que tuvo Augusto Monterroso y del que despierta, pero sigue vigente.

Así podemos entrar al mundo del escritor/ra, sea cual fuere, y su utopía y sueños seguirán ahí entre la ficción, los antagonismos, el racionalismo y el dogmatismo, y por qué no hasta el pragmatismo, sin salirse de la telaraña que dan los enredos de un axioma literario, creados por las utopías y el saber que se está soñando despierto. Sueños de Cervantes con el hombre de la triste figura en la que sus novelas ejemplares aun no maduran ni cumplen su cometido en nuestra miserable especie, y sus oníricos preceptos siguen en estos tiempos canallas, extraviados, desvelados, soñando sin dormir con quimeras y buscando esperanzas en entuertos fallidos.

Ser irreverente en la escritura es parte de los sueños, es lo inverosímil, es tener hidras, medusas y quimeras en el pensamiento onírico. Miles de escritores, tal vez millones en el mundo creen ser los iluminados, y según sus sueños, sus letras son singulares, de pronto al presentar su sueño transcrito y convertido en prosa, ensayo, novela, cuento, poesía, etc., para los depredadores de la literatura, críticos o simplemente los lectores comunes, no pasa ni siquiera, menos interesa a nadie; sin embargo el escritor seguirá sumido en su onírico quehacer y con su utopía permanente.

Toda la buena o mala escritura, sea literatura ésta, debe de ser encaminada a tener un potencial tal que logre crear, comunicar, formar, criticar e inclusive imaginar, y desde luego entretener y también, por qué no, nutrir el pensamiento y la conciencia misma. Ésto y más se logra con la escritura, perpetuar y darles virtud a las palabras. La literatura es sin duda la más clara manifestación de la mujer y el hombre, la interrelación del escritor con los cientos, miles o millones de personas que leen el sueño materializado, realizado y trasmutado en palabras tatuadas con el pensamiento, que podrá ser o no acorde a quien lo lee, pero ahí sigue.

Mientras la mujer y el hombre sigan soñando, mientras en la pluma de los escritores existan paradojas y las circunstancias de la vida parezcan casualidades, las utopías seguirán vivas, así sean ideas inextricables, ortodoxas, bizarras, barrocas o simplemente una expresión o exaltación extrema de afectos y pasiones, inclusive con millones de lugares comunes o el mundo de color de rosa del ser que está vivo y habla con la palabra plasmada de sus sueños, en sus fantasías memorables, y por qué no, la encarnación del alma según la teoría platónica, cervantina, shakespeariana, entre otras aún vigentes que permiten ampliar el mundo literario, y lo fascinante de miles de escritores que tienen para la perpetuidad sus auto debates del pensamiento, cuando el escritor, sea novelista, cuentista, poeta, ensayista, se pregunta a sí mismo ¿Valdrá la pena escribir?

 
kinotre@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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